“De esta manera habló Moisés a los hijos de Israel, pero ellos no escucharon a Moisés, a causa del decaimiento de ánimo y de la dura esclavitud.”
Se podría llegar a pensar que la insensatez o indiferencia del pueblo judío frente a lo que Dios nuestro Señor les instruía a través de Moisés, se debía a la dureza de su corazón o incredulidad; sin embargo, más bien era desánimo lo que había en ellos a causa de tantos años bajo el terrible yugo egipcio.
Hoy en día no es muy diferente, pues muchas veces hay algo en nosotros mismos que le impide lograr a Dios cumplir Su propósito en nuestra vida, y donde el desánimo juega un papel importante.
Desánimo es ausencia de esfuerzo, valor, arrojo, coraje, grandeza. Y desafortunadamente el desánimo ataca a los que estamos esforzándonos por alcanzar cosas grandes.
Uno de los grandes síntomas del desánimo es el cansancio. Muchas veces trabajamos y trabajamos y trabajamos sin dar paso al descanso y viene a nosotros una debilidad física y mental. Hoy en día es común encontrarnos con muchas personas cansadas porque lo hacen en su fuerzas, porque se afanan en muchas y diferentes cosas o situaciones que tienen en su vida.
Otro síntoma del desánimo es la falta de visión. Muchas veces nos dejamos llevar únicamente por lo que nuestros ojos alcanzan a ver y si lo que vemos es demasiado complejo para resolverlo, entonces nos detenemos y no avanzamos. Visión es ver más allá de lo que ven nuestros ojos, ver lo que otros no ven, ver con ojos de fe.
Un síntoma más del desánimo es la pérdida de confianza en nosotros mismos, como consecuencia de escuchar críticas y juicios de desaliento en lo que hacemos, por escuchar las voces de la gente desalentándonos en lo que pretendemos hacer y lo peor es que muchas de estas voces vienen de la gente que comparte nuestra fe o de gente cercana a nosotros.
El desánimo podemos vencerlo y la única manera de hacerlo es con la ayuda de Dios.
“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud: antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: «No tengo en ellos contentamiento»;…” (Eclesiastés 12:1 RVR)
Sea lo que sea que nos haya desanimado, por muy grande que sea el problema, permítanme decirles que tenemos un Dios infinitamente más grande. Recordemos quién es Dios, recordemos Sus promesas, necesitamos dedicar tiempo a Dios nuestro Señor para poder llegar a conocerle, para poder llegar a tener una relación cercana con ÉL.
“De la misma manera una familia dividida por peleas se desintegrará.” (Marcos 3:25 NTV)
El núcleo de toda sociedad es la familia y en este tema de luchar contra el desánimo es importante la unión familiar. Los lazos familiares, el amor fraternal de nuestra familia es un poderoso aliciente para vencer el desánimo, pero a su vez para mantener unida a la familia. Al final de todo, la familia es la familia y debemos sentirnos confiados en compartir aquello que nos está causando el desánimo.
“Deja en manos de Dios todo lo que haces, y tus proyectos se harán realidad. (Proverbios 16:3 TLA – Biblia Traducción en Lenguaje Actual)
Debemos activar nuestra mente y nuestro cuerpo para salir de todo desanimo, así es. Todos nuestros proyectos tenemos que sacarlos adelante, tenemos que trabajar fuerte, tenemos que ejercitar los talentos que Dios nos ha dado.
Dios nos ha creado con ingenio, con inteligencia, por ello está en nosotros meterle pasión a la vida rindiéndonos ante Aquel que todo lo puede, ante Aquel que ya venció al mundo, ante nuestro Señor Jesucristo.
Dios les bendiga grandemente.
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