Filipenses 4:6-9

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“No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.
Y ahora, amados hermanos, una cosa más para terminar. Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza. No dejen de poner en práctica todo lo que aprendieron y recibieron de mí, todo lo que oyeron de mis labios y vieron que hice. Entonces el Dios de paz estará con ustedes.”

Es impresionantemente poderosa esta Palabra. Realmente el Apóstol Pablo estaba impregnado del poder de Dios y de su revelación cuando la escribió.

El Apóstol Pablo nos asegura en esta Palabra que nuestras oraciones a Dios serán atendidas y es cierto. Dios sabe lo que necesitamos, por ello es importante tener en cuenta que no oramos para informar a Dios de nuestra necesidad, sino de la conciencia que tenemos de nuestra necesidad, pues para bien recibir es necesario confesar nuestra carencia.

De este modo vendrá la paz de Dios. Ello significa que nuestra oración confiada a Dios, no sólo calmará todos nuestros temores sobre el futuro, sino que también contribuirá a desvanecer cualquier diferencia que pudiera surgir con los que nos rodean.

Esta paz, dice el Apóstol Pablo, sobrepasa a todo entendimiento. Ello no quiere decir que nosotros no la podremos comprender, más bien quiere decir que la paz de Dios está por encima de toda capacidad mental puesta en práctica a lo largo de la historia del hombre, que pone en paz nuestro corazón y nuestro pensamiento.

Esta Palabra nos lleva a pensar solo en aquello que es de bendición. Significa algo más que un simple “pensar”; es acoger con nuestra mente, dándole el valor que se merece, a todo aquello que Pablo enumera en esa lista de seis cosas, y en donde concluye con esa frase de “cosas excelentes y dignas de alabanza”.

Veamos las seis cosas que Pablo enumera y en las que exhorta a tener puesto nuestro pensamiento:

“Todo lo que es VERDADERO”. Debemos pensar en todo lo real, lo que tiene sustancia, lo que no es producto de la fantasía, ni suena a ficción e hipocresía.

“Todo lo HONORABLE”. Debemos pensar en todo lo noble, lo decoroso, lo serio y lo recomendable.

“Todo lo JUSTO”. Debemos pensar en todo lo que puede ser aprobado por Dios, por ser cumplimiento fiel del deber que tenemos hacia Él, hacia el prójimo y hacia nosotros mismos.

“Todo lo PURO”. Debemos pensar en todo lo moralmente limpio en el más amplio sentido de la palabra, no sólo en el de castidad.

“Todo lo BELLO”. Debemos pensar en todo aquello que atrae con cualidades puras, no corrompidas por ningún vicio, sin dejarnos llevar por las falsas apariencias. Debemos pensar en la verdadera esencia de las cosas y de las personas.

“Todo lo que es ADMIRABLE”. Debemos pensar en todo lo que merece buena fama, en todo aquello de lo que se habla bien.

De la misma manera que nuestra salud física depende, en buena parte, de lo que comemos todos los días, así también nuestra salud mental y espiritual depende (yo diría que en mayor proporción que la física) de lo que nutrimos a nuestra mente todos los días. De ahí la gran importancia de nutrir nuestra mente, pero sobre todo nutrir la mente de nuestros hijos, con esa serie de vitaminas espirituales que el Apóstol Pablo nos enumera en esta Palabra.

Desgraciadamente lo que nos suministra el mundo actual contribuye más a dañar nuestra salud espiritual que a fortalecerla.

Dice la parte final de esta Palabra: “No dejen de poner en práctica todo lo que aprendieron y recibieron de mí, todo lo que oyeron de mis labios y vieron que hice. Entonces el Dios de paz estará con ustedes.”

Así como la dieta es insuficiente sin el ejercicio, también esas seis cosas que el Apóstol Pablo nos recomienda necesitamos ponerlas en obra. Estoy convencido de que quienes le demos a esas cosas el valor que realmente tienen y que se merecen, de ninguna manera encontraremos dificultad para llevarlas a la práctica.

Pero aquí hay un nuevo estímulo: imitar al Apóstol Pablo. Aquí podemos entender que no solo bastaba con lo que Pablo les enseñaba, sino que era de mucho más importancia lo que ”ellos veían que él hacía”. Sin duda, Pablo predicaba con el ejemplo.

Al principio de los versículos mencionábamos “la paz de Dios”; sin embargo, ahora en esta parte final de la Palabra que nos ocupa nos menciona “al Dios de paz”.

Es tremendo lo que Dios quiere que aprendamos hoy. Pongamos atención: La verdadera esencia y el verdadero poder de esa paz que pone fin a todas las ansiedades, está en función de quien proviene, está en función de su origen, y es porque procede precisamente de Dios nuestro Señor. Esta Palabra es una confirmación irrefutable de que esa paz tiene un origen y una realidad sólida y tan verdadera como Dios mismo. Es una tremenda enseñanza de que nadie puede dar lo que no tiene, de que nadie puede dar lo que no es!!!

Que el Dios de paz, este con todos Ustedes.

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