1 Corintios 13.13
«Tres cosas durarán para siempre: la fe, la esperanza y el amor; y la mayor de las tres, es el amor.»
Quienes vivimos en la fe, quienes creemos que Jesús es el hijo del Dios viviente, olvidamos frecuentemente qué fue lo que motivó a Dios Padre a entregar a su hijo para reconciliar al hombre con Él, así como olvidamos también lo que motivó a Jesucristo a dar su vida por nosotros. Repito, se nos olvida.
Es entonces cuando, apoyados en nuestra religión (falsa fe) empezamos a defender precisamente eso: la religión. No podemos ir por el mundo defendiéndonos o juzgando a los demás por sus particulares creencias o ausencia de éstas; ello nos aleja de las personas a quienes primeramente debemos llevar la verdad de Cristo a través de nuestro testimonio, y me refiero a nuestros padres, a nuestros cónyuges, a nuestros hermanos, a nuestros hijos, a nuestros demás familiares y amigos.
No nos conformemos con la buena Palabra de nuestras iglesias, limitada a aquellas personas con las que coincidimos en nuestra fe y dentro de cuatro paredes. Busquemos llevar el evangelio auténtico de Jesucristo en obras, aquel evangelio en el que se basan los dos más grandes mandamientos: amarás al Señor tu Dios por sobre todas las cosas y ama a tu prójimo como a ti mismo.
Hagamos de nuestra fe una forma de vida no una religión, permitamos que Dios nuestro Señor sea quien dirija nuestros pasos y entonces nos haga instrumentos de bendición para aquellos que no le conocen. Que las personas reciban a través de nosotros lo que Dios tiene preparado para ellos, sin que vean en nosotros tal o cual religión o denominación.
Entonces, sin lugar a dudas, empezaremos a establecer el reino de Dios alrededor nuestro y ya no seremos como esos sepulcros blanqueados a los que se refería nuestro bien amado Señor Jesús.
Seamos el reflejo fiel de seguridad y poder de Aquel que dio su vida nosotros: Jesucristo nuestro Salvador!!!
Dios los bendiga abundantemente.
Recibe gratis en tu e-mail las reflexiones de El Principio.