Mateo 8:14-15 (RVA)
“Entró Jesús en la casa de Pedro, y vio que su suegra estaba postrada en cama con fiebre. El le tocó la mano, y la fiebre la dejó. Luego ella se levantó y comenzó a servirle.”
Cada enseñanza de Jesús tiene un propósito. Jesucristo no nos va a sanar nada más porque sí, o a sacarnos de la ruina nada más porque sí. Con Jesús todo siempre lleva un propósito, así que el propósito de cada milagro, de cada manifestación del poder de Dios, es que podamos comprender que la única forma de encontrarle sentido a la vida, es a través de servir a los demás.
Nadie puede encontrarle sentido a su vida a través del egoísmo o de la mezquindad, pus tales son características de una persona amargada. Nadie puede encontrarle sentido a su vida sino sirve a alguien, o a algo, porque fuimos diseñados por Dios de esa forma. Por esa razón cuando servimos sentimos una gran satisfacción.
En este relato encontramos que la suegra de Pedro, al ser sanada por el Señor, se levantó inmediatamente y le sirvió a ÉL, y ello es una de las mejores formas de demostrarle a Dios nuestro agradecimiento por todo lo que nos ha dado y por todo lo que ha hecho por nosotros.
El servir a los demás debemos hacerlo con los dones, talentos y fuerzas con las cuales Dios nos ha dotado, y nuestra máxima inspiración de servicio tiene que ser precisamente el Señor Jesús.
¿Cuáles son los motivos que nos deben llevar a servir a otros? El amor a Dios.
Dios mandó a su Unigénito Hijo para darnos ejemplo, porque ÉL es nuestro más grande ejemplo a seguir de cómo se debe servir a los demás, sin recibir o esperar nada a cambio.
Efectivamente, el servicio debe ser desinteresado, no debemos esperar ningún tipo de agradecimiento, porque entonces posiblemente seremos defraudados y nos llenaremos de frustración. Lo mismo sucede cuando alguien quiere egoístamente acaparar o guardar para sí, porque esto nunca generará felicidad. En cambio, el servicio nos da dignidad, el servicio nos da la oportunidad de hablarles a otros acerca de Cristo.
Cuando uno empieza a servir, comenzamos a descubrir dones y talentos que realmente desconocíamos, y si logramos servir no sólo desinteresadamente sino con amor, entonces estaremos generando en nuestra vida gran felicidad. No podemos esperar que otros nos sirvan o, incluso, que Dios nos de grandes cosas por nuestro servicio, porque podemos quedar completamente frustrados.
El servir es la única fuente de Promoción, tal y como lo podemos ver en Marcos 14: 3-9. Simón quería que el Señor le sirviera solamente a él, pero por su parte, ni siquiera agua le ofreció al Maestro al llegar a su casa; en cambio la mujer, desde que llegó se postró ante Jesús y derramó su perfume sobre el Señor, razón por la cual, Jesucristo mismo dijo que se hablaría de esta mujer por todas las generaciones, y es que ella, con su servicio al Maestro, se promocionó para la eternidad. Wow.
La mejor promoción para nosotros es que nuestros hijos y sus generaciones sepan que fuimos personas útiles y serviciales. Cuando el servicio es nuestra característica principal, el mismo Señor Jesucristo se encargará de promocionarnos, contrario a la persona cuya característica es la necesidad o el deseo de producir lástima en otras personas, para poder ser servido. Sólo el servicio genera alegría y gozo. Si nos dedicamos a servir a nuestra familia, nuestra empresa, nuestra ciudad, nunca tendremos tiempo para la tristeza ni la amargura.
Poseer cosas materiales no nos da una satisfacción duradera. En cambio, el servicio hace que nos sintamos satisfechos y contentos permanentemente. Quizás con las cosas que vamos adquiriendo podemos sentir una felicidad, pero poseer no nos da satisfacción de largo plazo, porque luego de haber estrenado una casa o un auto, etc., al pasar el tiempo tales cosas se vuelven rutina, en cambio, el servicio produce una auténtica alegría.
Existen personas que pueden llevar muchos años en el Evangelio, pero no se les ve alegría y gozo, porque nunca han servido, y aunque dicen que aman al Señor, nunca entendieron el mensaje de Jesús, porque su mensaje es: servir a la familia, servir en la Iglesia, servir a la comunidad, ése es el lenguaje del reino de los cielos. Lejos de servir, se han servido de los demás.
Debemos tener muy claro que el servir no es para llenarnos de ilusiones, ni emociones, sino que el servicio debe ser consciente y de todo corazón. Muchas personas critican y se llenan de amargura porque no pueden alcanzar lo que otros tienen. Debemos servir independientemente a las debilidades de los demás, porque la función no define la importancia, sino para quién lo hacemos y en todo caso, siempre debe ser para Dios, primeramente.
Jesús nos enseña que el poder que tenemos – y que obviamente ha venido de ÉL- es para servir, y que por medio del servicio que prestemos a otros es lo que nos ayudará a dejar todo pecado, toda maldad y toda miseria, porque lo único que nos capacita para el reino de Dios, es cuando servimos y ello es lo que complace a nuestro Rey.
El Señor Jesucristo mismo les dijo a sus discípulos cuando terminó de lavarles los pies, que luego ellos tendrían que lavarse los pies unos a otros, porque ejemplo les había dado. Porque lo único que transforma una vida es el servicio.
Si queremos cambios en nuestra vida y obtener la felicidad, el secreto es servir, y más cuando lo hacemos con una disposición de amor hacía los demás, dispuestos siempre a ayudar a otros.
Lo único que nos capacita es cuando decidimos servir, porque es cuando Dios transforma nuestra vida completamente, porque el reino de los hombres no le va a pagar ni a reconocer, en cambio el reino de Dios le va a decir: “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia”.
El Señor Jesús nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable para servir, porque es la única forma en que se rompe todo argumento del diablo. Dejemos el evangelio del egoísmo, dejemos el evangelio “alegre” y “color de rosa”, y sirvamos realmente como Dios quiere que sirvamos, tal y como lo hizo nuestro mayor ejemplo y mejor maestro: Jesucristo Su Hijo.
Dios les bendiga grandemente.
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