¿En nuestras fuerzas o en las fuerzas de Dios?

>
Proverbios 3:5-8 (NTV)

«Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar. No te dejes impresionar por tu propia sabiduría. En cambio, teme al SEÑOR y aléjate del mal. Entonces dará salud a tu cuerpo y fortaleza a tus huesos.”

Cuando empezamos nuestro caminar como seguidores de Cristo empezamos a vivir en un nivel de santidad que en ocasiones tacha en lo religioso

Es tal la confrontación en nuestro interior, por habernos dado cuenta de la vida que llevábamos y del error en la que vivíamos, que empezamos a cuestionarnos si lo que estamos haciendo hoy en día es de Dios, bajo las fuerzas de Dios, o es resultado de nuestras propias fuerzas, y también empezamos a preguntarnos cómo y cuándo empezará dios a actuar en nuestras vidas.

Realmente RESULTA DIFÍCIL discernir o determinar hasta donde debo actuar yo y en qué momento entrará Dios de “relevo”. Realmente es todo un dilema.

¿DÓNDE EMPEZÓ TODO?

No se trata de diferenciar o aprender a discernir nuestras fuerzas respecto de las de Dios. No. No hay tal dilema. Más bien el origen de esto obedece a una separación o distanciamiento entre Dios y nosotros.

El actuar en nuestras fuerzas es ir en contra de la naturaleza de Dios, es ir en contra de la esencia de Dios, porque ÉL nos creó para estar ante su presencia y bajo su gloria.

Fuimos creados para estar revestidos de la gloria de Dios, para estar en comunión con ÉL, para vivir, actuar y sentir en las fuerzas de Dios, bajo su soberanía y potestad.

Dios nos revistió de su autoridad para gobernar sobre la tierra, autoridad que nos permitiría obrar bajo su voluntad, bajo sus fuerzas.

Pero ello nos duró poco: precisamente cuando entró el pecado a la vida del hombre, fue cuando él mismo empezó a vivir bajo sus propias fuerzas. Cuando el hombre pecó fue despojado de la autoridad de Dios, de la Gloria de Dios, del reino de Dios, y entonces empezó a actuar bajo sus fuerzas. (Génesis 3:6 y 7)

¿CÓMO SE VIVE EN NUESTRAS FUERZAS?

Vivir en nuestras fuerzas nos hace vivir en afán, en ansiedad, en aflicción. (Eclesiastés 1:3/3:9/2:11)

Vivir en nuestras fuerzas nos hace actuar bajo ansiedad, porque desconocemos si lo que estamos buscando se va a dar o no, si se va a obtener o no.

Vivir en nuestras fuerzas nos hace vivir en temor, por la incertidumbre de lo que vendrá.

Vivir en nuestras fuerzas nos hace vivir con miedo a la pobreza, con miedo al fracaso, con miedo a la enfermedad. Es por ello que ha como de lugar (afán) empezamos a hacer las cosas en la forma equivocada, haciendo malos negocios, juntándonos con malas amistades, haciendo dietas disfuncionales como la anorexia, caemos en vicios, etc.

¿CÓMO SE VIVE EN LAS FUERZAS DE DIOS?

Primeramente es importante que todos estemos unánimes respecto de una cosa: Jesucristo nos demostró que si se puede vivir en las fuerzas de Dios.

Vivir en las fuerzas de Dios no es adoptar una actitud pasiva frente al mundo, esperando que suceda algo mágico en nuestra familia, nuestro trabajo, en nuestra escuela.

Vivir en las fuerzas de Dios es hacer lo que nos ocupa diariamente siempre bajo dos premisas fundamentales:

La primera, haciendo las cosas siempre bajo la voluntad de Dios, amando, respetando, sin murmuraciones, sin robar, sin engañar.

La segunda, haciendo las cosas lo mejor que podamos, porque es para Dios, porque somos testimonio de ÉL.

Vivir en las fuerzas de Dios, como varones, nos permite ser esas cabezas de familia sustentadas en el fundamento de la Palabra de Dios, fundamento sobre el cual nuestra esposa, como ayuda idónea, edificará nuestra casa.

Vivir en las fuerzas de Dios nos permite, junto con nuestra ayuda idónea, amar, educar y disciplinar a nuestros hijos, con el ejemplo.

Vivir en las fuerzas de Dios nos permite ser esos hijos obedientes y moldeables, ser unos hijos abiertos a los consejos de sus padres.

Vivir en las fuerzas de Dios nos hace vivir en fe.

Vivir en las fuerzas de Dios nos hace vivir en humildad. (Santiago 4:6)

¿CÓMO EMPEZAR A VIVIR EN LAS FUERZAS DE DIOS?

Recuperando aquello que nos permitía vivir ante la presencia de Dios, que nos permitía vivir bajo su Gloria, que nos permitía vivir en su Reino: la comunión con Dios por medio de Jesús.

Y cómo logramos esto: APARTÁNDONOS DE LO MALO:

– Para que Dios pueda hacer su obra en nosotros y devolvernos al mundo y ganar almas para ÉL, es decir, para que Dios haga lo mismo con otros a través de nosotros.

– Para enfrentar el mundo con la grandeza de dios, no con la nuestra.

Lo anterior no es un camino fácil; es por ello que debemos recordar que Dios mismo nos prometió que:

– ÉL siempre nos esforzaría. (Isaías 40:29)

– ÉL siempre estaría con nosotros, que siempre nos ayudaría y que siempre nos sustentaría con la diestra de su justicia: Jesucristo. (Isaías 41:10)

Olvídate de pensar o preguntarte dónde terminan tus fuerzas y dónde empiezan las de Dios, empecemos mejor a buscar el reino de Dios primeramente, empecemos a actuar en obediencia, empecemos a amar en el amor de Dios a nuestra esposa o esposo, a nuestros hijos, hermanos, a nuestro prójimo.

Revistámonos de la gloria de Dios como en el principio de los tiempos lo estaban Adán y Eva.

Yo siempre he comentado que seguir a Cristo es una gran responsabilidad, no tanto por lo que pueda esperar el mundo de nosotros, sino porque bajo nuestra responsabilidad está el poner en alto el nombre de Jesús. Nosotros somos, con nuestros actos, quienes le damos el lugar a Jesús frente a los demás.

¿CÓMO PONER EN ALTO EL NOMBRE DE JESÚS?

Precisamente siendo testimonio de que somos parte de las fuerzas celestiales de Dios y que, con nuestro actuar, en santidad, NO RELIGIOSIDAD, somos capaces de traer el Reino de Dios y la Gloria de Dios, primero a nosotros y nuestras familias, y después a quienes nos rodean.

Conocer a Jesús fue un parte aguas en mi vida, fue literalmente volver a nacer. Yo vivía en mis fuerzas antes de conocerlo. Efectivamente había mucho trabajo, había mucho dinero, había mucho poder y estatus, pero también había un matrimonio deteriorado, había unos hijos que no conocía, había alcohol en exceso, había ira, había problemas y muchos.

Pero Dios nuestro Señor en Su perfecta voluntad y en Su perfecto propósito quitó todo aquello que impedía voltear a mirarlo y que me hacía estar distanciado de ÉL, me perdonó, me aceptó como su hijo, me está transformando día a día, y me tiene aquí en al Facebook compartiendo su Palabra para la Gloria de Dios.

En nuestra propias fuerzas podemos lograr grandes cosas, sin duda alguna, pero invariablemente, siempre, será a costa de algo o alguien;

Pero, cuando lo hacemos en las fuerzas y tiempos de Dios, los logros son más grandes y permanentes, los logros tienen un justo, armonioso y perfecto equilibrio con todo lo que nos rodea, solo que a esos logros a los que me refiero, los hijos de Dios los conocemos como bendiciones.

Por eso hoy para concluir, quisiera hacer mías las palabras que dio Pablo a la Iglesia de Filipos, cuando dijo:

“Antes creía que esas cosas eran valiosas, pero ahora considero que no tienen ningún valor debido a lo que Cristo ha hecho. Así es, todo lo demás no vale nada cuando se le compara con el infinito valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él, he desechado todo lo demás y lo considero basura a fin de ganar a Cristo,…” (Filipenses 3:7 y 8 NTV)

Dios los bendiga abundantemente.

Recibe gratis en tu e-mail las reflexiones de El Principio.